Escucho la sirena de una ambulancia a lo lejos e imagino a una persona muriéndose.
¿Será hombre o mujer, un nene o un viejo decrépito?¿Habrá tenido un paro cardíaco, le habrá ocurrido algún tipo de accidente?
Cuanto más se acerca la camioneta tumultuosa, blanca como la palidez de la piel inútil, más fuerte se hace en mí el crudo sentido de la urgencia.
Entonces pienso en todas las banales tareas inmediatas que debo atender, pero son incomparables respecto a aquella existencia que se extingue con los minutos. O al menos eso creo para mí, en esta (su)posición catártica: quizás no existe tal urgencia, y sólo se trata de una manera de llegar antes a destino, burlando una de las pocas convenciones que ocasionalmente rigen en la vída pública: el respeto hacia las jirafas de metal.
Qué es lo urgente me pregunto, mientras veo aquel vehículo hacerse paso entre tantos Otros y a los conductores de la mano de enfrente protestando, apurados por llegar a destinos que juego a adivinar.
las hilanderas
Hace 4 años
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